Vivir una vida ecológica, tratando de hacerla sustentable y sostenible para nosotros mismos y para otros es una conquista diaria.

Leernos y escribir casi juntos es una proeza en tiempos de clic y likes, para repensar actitudes que nos hacen renacer.Sabemos que leer y escribir para empatizar ambientalmente son herramientas útiles para defender posturas, pensamientos que mejoren el futuro.Cambiar la perspectiva desde donde miramos la vida.

 

Nuestra cultura  agresiva, casi siempre utilitaria, como en guerra permanente contra algo o contra alguien y en el que actuamos acorde a «lo que sirve» o persigue un fin o  un interés puede cambiar; si cambiamos nosotros.

Leer y escribir juntos

Leernos y escribir casi juntos son llaves «que abren las puertas de la imaginación, de la creatividad, del mundo emocional, de las ideas» nos dice Sergio Sinay. Nos ayudan a engrandecer y ahondar el entendimiento, lo fortalecen en incontables inspiraciones, nos posibilitan alcanzar otros mundos y especialmente otros pensamientos.

Los que nos leemos nunca estamos solos, no sólo aprendemos, nos informamos, formamos, nos comunicamos. Proponemos una mirada al futuro no con un optimismo bobo, sino con actitud resolutiva frente al porvenir, deseosos de un mañana esperanzado.

Nuestras palabras y nuestro accionar describen una realidad plausible que abre nuestras mentes a nuevas ideas y vislumbra cielos claros.

La construcción colectiva de saberes, la cooperación, nos estimulan a percibir el camino por delante como un desafío que genera adrenalina y no como una barranca por la que caeremos.

Nos importa el otro, el prójimo  aunque no siempre próximo, para acercar posturas, comprendiendo mejor el mundo en que habitamos, siempre para enriquecer, sumar .

En definitiva estamos explorando juntos el sentido de nuestras vidas.

Octavio Paz

Octavio Paz escribe «la visa sencilla» en la que rescatamos el sentido de la vida:

«Llamar al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida,
bailar el baile sin perder el paso,
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo.[…]

pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos […] en
 la tierra que los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos, y del polvo»