Cuando pensamos en la Patagonia me vienen a la mente fragmentos de “Allá en la Patagonia” de María Brunswig de Bamberg cuando narra la llegada a una estancia en la actual región de Santa Cruz “La travesía comenzó con buen tiempo y viento moderado, para lo que es la Patagonia. El paisaje desde la costa hacia el oeste se presentaba más bien llano, una pampa inmensa salpicada de matitas de pasto y matorrales de calafate”. Hace alusión a la meseta extrandina que desciende escalonada al mar y a la flora xerófila típicamente esteparia. Menciona el calafate que da nombre a la actual localidad que es la puerta de entrada al Lago Argentino y el reconocido Glaciar Perito Moreno. Es un arbusto espinoso, perenne (berberis) siempre verde nativo del Sur de Argentina, y de Chile, por lo tanto endémico de uso ornamental. Sus frutos de color azul negruzco son comestibles y son sin duda un símbolo patagónico.
En el viaje al que hacía referencia se menciona la lana como recurso económico de las estancias y una postal más nativa con “manadas de guanacos y avestruces que hacen menos árido el paisaje y cobra vida volviéndose atractivo. Todo impresiona por su gigantismo y su fuerza”. Y es lo que ocurre en estas vastas extensiones, pocos habitantes y la inmensidad del horizonte a nuestros pies.
Al avanzar hacia la Cordillera de los Andes “el paisaje iba cambiando de aspecto, se fue haciendo más bonito, se divisan las altas montañas, pasan riachuelos, el pasto se notaba más verde, más altos los matorrales y a lo lejos un lago…tan azul, bellísimo, era el Lago Ghío.”
A este lago le ponen marco unas costas barrancosas y acantiladas, en un ambiente típico de estepa árida. El lago Ghío se encuentra a unos 25 km al este del Lago Pueyrredón con una cuenca endorreica, es decir el abastecimiento de agua no es suficiente para proveer a un emisario, y la evaporación equilibra exactamente los aportes de agua.
La Patagonia argentina, como lo mencionáramos tenía manadas de guanacos, que ya vemos pintados en la cueva de las manos desde hace 9000 años atrás. Animales primordiales para la vida de los pueblos originarios ya que les proveía proteínas por el consumo de la carne, pero también utilizaban la piel y los tendones ( para coser y como cuerda de arcos). Desde gorros hasta toldos, bolsas, cunas y mortajas.
Los chulengos ( sus crías) fueron cazados más tarde por los peones de estancia para obtener su pelo ya que era más suave y se usaba en la confección de cuellos y quillangos.
Hoy en día compite con las manadas de ovejas en la búsqueda de las escasas pasturas dado el ambiente semiárido que predomina el paisaje, una estepa que sufrió sobrecarga animal mermando el rinde por hectárea.El guanaco está menos amenazado por el puma que ha sido muy cazado y hoy millones de estos camélidos, muy ágiles, saltan alambrados corriendo por la Patagonia buscando pastos rústicos y arbustos. Es insaciable, ya que come 1,5 veces más que una oveja. Algunos ambientalistas consideran que «son una venganza de la naturaleza» , pero los pastizales no alcanzan para ovinos y camélidos. El proceso de desertificación, sumado al viento que todo se lo lleva, pueden derivar en paisajes no resilientes.
Hoy el modelo de estancia ovina está en riesgo, los rodeos ven reducidas las cabezas con pérdidas de empleos y de recupero de inversión.
El consumo de carne de guanaco (en milanesas, escabeches, salamines, en estofados, en carpaccios, guisos y bifes ) permitiendo su caza controlada es una interesante opción, con la consiguiente faena de unos 60.000 guanacos al año, como así también la silvestría.
«En determinada época, el antepasado del guanaco se extinguió, pero otras especies –en este caso invertebrados marinos– sobrevivieron”. Para Darwin, esto ponía en duda la teoría de un cataclismo, como el diluvio universal.»
«Y con esto me despido. Hasta la próxima» dice la autora de «Allá en la Patagonia» y y nosotras también.
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