“Rebelde de hojas, troncos, moho.
Indómita actitud desafiando en
Mil rincones de curvas y saltos
Aguas veloces que no entiendo:
Me mirás con ojos felinos
Encandila tu alma.
Intimida y seduce a muerte andarte
La húmeda intensidad
Yungas, donde se crece rabiando.” [1]
En medio de montañas pintorescas que custodian valles como el del rio San Francisco, se presentan microclimas que “pintan paisajes de un verdor llamativo”, el agua brota como de vertientes. Hay grandes y hermosos árboles que combinan con cultivos de cítricos como naranjos, pomelos y mandarinas. Los colores en otoño son una verdadera maravilla que alternan colores anaranjados con los de la nuboselva.
Hemos explicado la selva de Yungas en nuestro editorial de http://www.iagua.es/blogs/maria-magdalena-naser/tensa-humedad-que-palpita-selva-montana-yungas y retomamos como cuenta Juan Carlos Giménez en su libro “Nuestras Yungas”, que el nombre deriva de un vocablo aborigen, del quechua: yunca. Era el nombre con que se conocía a los habitantes preincaicos de las tierras cálidas al norte del Cuzco, en la selva peruana. En Bolivia se llama Yunga a los valles cálidos y sabemos también que así se llamaba a los curanderos, brujos que utilizando hierbas obtenidas en esta selva de montaña, curaban enfermedades y maleficios. A esta selva también la llaman la “mujer salvaje del subtrópico” por encerrar misterios, por lo atractiva.
“Es una mujer que convierte a los árboles en la casa de los pájaros, donde las enredaderas entretejen su cabello rizado “.
http://nataliamarco.blogspot.com.ar/2011/08/blog-post.html
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