Fortalecer el corazón y la esperanza luego de viajar por la Patagonia argentina es posible, cuando podemos comprobar con nuestros propios ojos la belleza  y dialogar con los protagonistas de la vida productiva de paisajes esteparios desérticos, o en valles abrigados de la Cordillera de los Andes, en bosques milenarios de ñires, coihues  y lengas, en zonas lacustres paradisíacas, en fin naturaleza en su plenitud.

Y el corazón se alegra y late vibrante, ya que los ambientes que el hombre cuida y preserva aun obteniendo de ellos beneficios productivos, nos dan alegría y felicidad. Recordé lo que había leído en el joven blog  https://salidalateral.wordpress.com y que comparto:

“Quiero unir a la gente para que viva esa felicidad sin necesidad de algo externo, solo sabiendo que tienen ese sentimiento en ellos, y que pueden realmente detonar ese sentimiento y compartirlo, y que cuando lo comparten de hecho van a detonar ese sentimiento en otras personas”

 Alain Lagger, Director de Felicidad de Open English.

Andando los caminos polvorientos de la ruta 40 ni hay que hacer esfuerzos para alcanzar “el equilibrio, la paz y la tan ansiada y deseada felicidad.”

El viento que nos vuela hasta las ideas, el sol que deslumbra a cada parpadeo, la fruta fina  cultivada al pie del Piltriquitrón- emblema de la comarca del Bolsón-, la trucha criada con agua de deshielos, el guanaco que no deja que los alambrados sean su obstáculo, las tropillas de caballos que serán de algún puestero de estancia, todo contribuye a que la felicidad se nos retrate en el alma.

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Llegar caminando hasta el Fitz Roy que maravillosamente Germán Sopeña nos describiera en su libro Patagonia Blanca y comprobar que la plenitud del goce de lo bello es mayor al cansancio.

Enfrentarse a las paredes glaciarias es un capítulo aparte, ya que más de 300 años de hielos se nos vienen encima, con sus lenguas transparentes que nos parecen blancas y hasta azuladas por efectos de la luz.

El hombre, comprobamos, es solo un huésped de la Naturaleza, está de paso y si conserva los lugares como los encontró, serán nuestros hijos y sus hijos los que podrán también emocionarse…hasta las lágrimas.

«La humanidad nos parece pequeña y aburrida al lado de las grandes fuerzas de la Naturaleza» dice Teilhard de Chardin.

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Ya lo expresaba Jovellanos que inspiró profundamente la mentalidad ecologista de Manuel Belgrano al exaltar las bellezas de la naturaleza e incluso sus valores espirituales, acuñando una nueva mirada hacia el paisaje con una visión romántica, a la que adherimos porque nos ha pasado en carne viva.

Como decía el periodista Germán Sopeña del Padre salesiano De Agostini con “temperamento austero y reflexivo,  incansable y  mirada de águila escrutadora, capaz de ver a distancia y de captar lo esencial, o mirada penetrante  que lo asemeja a los cóndores imbatibles por su poder de observación y su conocimiento de valles y alturas.»

Así los invitamos  a descubrir las mejores sendas para buscar las alturas y a saber descansar la mirada desde lo alto para identificar lugares, ríos, poblados y, sobre todo, las cumbres circundantes.