«Al ser humano se le están cerrando los sentidos. No vemos lo que no tiene la iluminación de la pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargado de decibeles, ni olemos perfumes. Ya ni las flores los tienen.»
Ernesto Sábato
«El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos» escribió Proust y le podemos agregar que escribir sobre ellos también permite ver y no sólo mirar.
Escribir los paisajes
Los paisajes son lugares de encuentro, con nosotros mismos, con Dios si en él creemos, con plantas y animales conocidos y por conocer. Y ponernos a escribir para no olvidar que sin la naturaleza no existimos, releyendo Literatura sabia e inspiradora para alimentarnos desde dentro es lo que hacemos en el blog.
Al escribir ponemos en orden nuestros pensamientos, reducimos la ansiedad y modestamente tendemos puentes con los demás.
«Todos tenemos algo que contar, aunque solo sea a nosotros mismos. La escritura nos hace volver atrás, revivir los acontecimientos que nos han marcado el día a día o toda una vida, en cualquier caso, el acto de escribir nos invita a mirar de lejos, con cierta perspectiva. de Escritores.org.
Literatura siempre
Volviendo al escritor Ernesto Sábato fallecido a los 99 años y releyéndolo en su magnífico libro La Resistencia, él nos invita a reordenar valores y conductas. Nos ofrece sus reflexiones literarias que nos golpean como la sudestada, el viento que empuja y fuerza al Río de la Plata, en Argentina, sobre la costa, acompañada de fuertes lluvias, hasta acabar por dejar un desconocido y removido paisaje.
Adentrémos en sus palabras. El paisaje ofrecido por el autor ha quedado mutado, transfigurado y raro, Sábato hace suyo el pensamiento del suizo Robert Walser:
[…] “Tenía ante mí toda la rica tierra, y
sin embargo, tan solo miraba hacia lo
más humilde y lo más pequeño…
¿Dónde estaríamos los pobres
hombres si no existiera la tierra fiel?,
¿Qué tendríamos si no tuviéramos
esta belleza y bondad?[…]”
Un autor reflexiona a través de su pluma
Oriundo del pueblo de Rojas en la pampa argentina, Don Ernesto opina sobre la existencia de épocas buenas y épocas calamitosas, que dependían de la naturaleza, de las cosechas, pero donde el hombre no sentía que debía obrar siempre y en cualquier momento para controlar el acontecer de todo, como lo cree hoy en día.
Volviendo a nuestra mirada geográfica con pinceladas literarias, redescubrimos el paisaje del oeste argentino, montañoso y hostil pero esta vez de la mano de la vida y del hombre posmoderno, ya que Sábato nos invita a recordar la celebración en San Juan de la Difunta Correa, una joven mujer que parte con su bebé en busca de su marido que ha caído prisionero. Ella cae muerta en el desierto, pero cuando la encuentran, los paisanos afirman que la criatura seguía mamando de ella. Algo inconcebible para nosotros, pero pleno de capacidad simbólica para los hombres de aquellas tierras. El autor nos regala un paisaje donde el calor insoportable y pesado y la luna, casi llena, está rodeada de un halo amarillento. No se mueve ni una hoja: todo anuncia la tormenta. Las montañas parecen iluminadas como una escenografía nocturna de teatro, mientras los jardines están todavía impregnados de un perfume intenso a jazmines y magnolias.
Sábato eterno
Sábato insiste en que la humanidad está cayendo en una globalización que no tiende a unir culturas, sin embargo su fe y también la nuestra se apoya en la esperanza de que los hombres volvamos a encarnar los valores trascendentes encarando una educación diferente, enseñando que vivimos en una tierra que debemos cuidar, que dependemos del agua, del aire, de los árboles, de los pájaros y de todos los seres vivientes, y que cualquier daño que hagamos a este universo grandioso perjudicará la vida futura y puede llegar a destruirla.
Como sostenía en 1960 el escritor colombiano Manuel Mejía Vallejo :
“El paisaje, entre nosotros, es algo que vive, que palpita, que tiene pasiones, que crea y destruye, que incita y enloquece: Yo lo amo como un estado del alma, como venda o como herida. Y así como el pez no lo concebimos sin el agua, así sin el paisaje no podemos concebir al hombre, porque éste vive entre la sinfonía de la naturaleza; porque el paisaje, sintámoslo o no, se nos mete espíritu adentro y crea la más grande de las reacciones”
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