“Viajar es lo más parecido que hacemos a soñar con los ojos abiertos y cuando viajamos nos hacemos vulnerables ante la extrañeza y belleza que tiene el mundo.”

A partir de la lectura de un artículo Santiago Kovadloff, hemos dejado que las teclas de la computadora casi se activen solas para compartir juntos, impresiones y emociones que encierra partir, dejar lo que nos rodea cotidianamente para ir al encuentro de uno mismo desde otro lugar. “La partida ensancha sin límite, el horizonte…”

Vamos hacia donde no conocemos o volvemos a los lugares que nos mantienen vivos, con el corazón latiendo emocionado. El viaje en sí atrae, por el traslado, por la partida, cada viaje tiene un rasgo propio.

Un viaje nos despierta, mantiene la emoción, nos lleva al ensimismamiento, nos abisma donde nada es usual.

«Cruzas por el crepúsculo.

El aire

tienes que separarlo casi con las manos

de tan denso, de tan impenetrable.

Andas. No dejan huellas

tus pies. Cientos de árboles

contienen el aliento sobre tu

cabeza. Un pájaro no sabe

que estás allí, y lanza su silbido

largo al otro lado del paisaje.

El mundo cambia de color: es como el eco

del mundo. Eco distante

que tú estremeces, traspasando

las últimas fronteras de la tarde.»

 Ángeles González

Los problemas diarios quedan aplazados, pierden poder de incidencia en el día a día del viaje, nos inscribimos en el deseo de ver, mirando detenidamente, casi llegando a un viaje interior también, nos descubrimos de otra manera. Es importante dejarnos atrapar por los sonidos de la naturaleza que invitan al diálogo, estableciendo puentes de comunicación a través de la mirada y también de los silencios que no nos asustan, sino que permiten escucharnos a nosotros mismos.

Para conectar hay que escuchar y mirar, devolviendo a los oídos su función principal que no es oír, sino escuchar. Y a los ojos, que no es ver, sino mirar, en esencia registrar, reconocer, recibir.

Lo desconocido se vuelve un universo amigable pleno de emociones insospechadas.

Y si a la magia de andar le sumamos la Literatura en un viaje en tren, en una espera del aeropuerto, por la noche en el hotel, creemos que el encuentro con uno mismo se potencia y día a día veremos los paisajes naturales y humanizados con otra atención.

Los libros y las lecturas que acompañan un viaje invitan a celebrar, nos unen a otras vidas, otras miradas, creando nuevos espacios.

Todos los momentos de contemplación nos dan fuerza para resistir lo que tal vez debamos enfrentar y si nos animamos a escribir mientras viajamos encontraremos que somos capaces, como dice Savater, de generar “una copia de seguridad de nuestra vida. Perpetúa lo que nos parece más valioso, lo celebra.”

El poeta chileno Raúl Zurita nos explica la poesía, que leeremos o escribiremos, como un medio para sacar los pies de la tierra y mirarla de nuevo. Ante los problemas ambientales, las palabras rescatan del naufragio o el desastre ecológico sirven para rescatar al planeta.

Dice Verónica Boix que “desde siempre abrir un libro es habitar el pensamiento de otro” … “la lectura es una manera de visitar un lugar imposible” y si a ese lugar podemos llegar, lo que hemos aprendido leyendo potenciará el descubrimiento.

«Viajar y leer nos invitan a encontrarnos, a recuperar la vida.»