Andar por las sierras de Tandil, caminando sin prisa, apaciblemente rodeados por los campos cultivados de trigo, por los animales que pastan mansamente y juegan entre ellos, por los molinos eólicos que asemejan centinelas de las serranías.

Entrar por un sendero y mirando a ambos lados sentir la ilusión que estamos altos, desde arriba apreciando los campos. La naturaleza medio bravía que enmarca una ciudad muy bella, con pobladores calmos, pero elegimos estar alejados como en honda soledad. La roca granítica, la roca precámbrica ancestral nos transmite su carácter, su entereza, como la llamaba Carlos Martínez Silva “cadena de montañas que se extiende al sur del Plata, en la República Argentina, y conocida con el nombre de Tandil, un bloque de roca granítica de varias toneladas.”

                                “Tantas piedras, tantas rocas

                       vistieron a la llanura

                               transformándola en sierra,

                    y una roca se clavó

                         en la punta de la flecha

                          que mató al fiero puma,

                     y así fue el centinela

                               por los siglos de los siglos.”

 

El viento ha moldeado estas serranías y las ha torneado delicadamente. Otro tanto coadyuvó el hombre de campo, cultivando la tierra con trigo especialmente y aportarle, tal vez sin desearlo, otros colores.

          “Y fue un reto a los vientos

      convertida en atalaya

               vigilante de los puelches…

              Ésta es la tierra del puelche

              que habita en estos campos

          ésta es la tierra del indio.”

               Nos dice  Walter Luis.

No más de 520 metros de altura máxima para estas sierras centinelas de la pampa de la provincia de Buenos Aires, rodeados por arroyos como el Tandileufú y el Napaleufú.

Refugio de artesanos en cuero, en cuchillería con vainas encabadas en cornamenta de ciervo y madera. Vainas, facones y dagas remiten a un pasado y a un día a día gauchesco. 

Hay una dimensión de la geografía que nos cautiva, es la geografía que concebimos en relación con la historia, que la imaginamos desde lo social y cultural. Dan identidad a este hábitat, y los poetas le suman emoción.

Pertenecemos al grupo de personas que nos gusta escribir, llevamos la literatura y la escritura en la sangre, inspiradas en los paisajes de todos los lugares posibles a los que les incorporamos lo que la Literatura nos brinda para componer y compartir.